Una escapada a Londres (ii)

Amanece soleado el sábado y eso, en Londres, hay que aprovecharlo. Así que llenamos los depósitos con el frugal desayuno inglés (salchichas y bacon incluidos), nos armamos con nuestra Oyster Card (esencial para que los desplazamientos salgan a cuenta) y la estrenamos directos hacia la estación de Notting Hill: el mercado de Portobello nos espera.

Nuestro plano no recoge la zona, pero el temor a no encontrar el destino es infundado. La cosa no ofrece duda: los cientos de personas que salen del Underground se unen a otros tantos que se acercan por la calle y enfilan camino de Portobello Road. Nos sumamos al rebaño y todo resulta en un bonito paseo bajo el sol matutino por el encantador barrio de Notting Hill: casas blancas y en tonos pastel, con una o a lo sumo dos plantas, igualitas y bien alineadas, transpirando clase y dinero.

Portobello Market
Enseguida llegamos al mercado. La visita es entretenida por la fantástica mañana y por el animado ambiente. Pero salvo que seas un forofo de rebuscar aquella pieza única entre la chatarra, con media horita es suficiente para comprender que llega el momento de cambiar de aires.

Así que, por cercanía, seguimos paseando rumbo a Kensington: atravesamos Holland Park y llegamos a Kensington High Street. Londres es una ciudad de ciudades, una amalgama de villages, towns y neighborhoods, y cada uno tiene su High Street, su calle principal reflejo de la personalidad del barrio: la clásica Kensington High Street, la moderna y fashionable King's Road de Chelsea, la comercial Brompton Road de Knightsbridge, la populosa Borough Hight Street de Southwark o la pintoresca Camden Hight Street. Todas ellas permiten, con un breve paseo, componerse un retrato de cómo es la vida en su entorno, cómo son sus vecinos, cómo encajan en el puzzle londinense. Cada una de ellas justifica su visita.

En un extremo de Kensington High Street se encuentra Kensington Square, recoleta plaza que todavía conserva edificios del XVII y un recomendable pub: el Greyhound. Muy cerca, en Church Street, la iglesia de St Mary Abbots con su curioso cementerio. Poco más arriba, la entrada a los Kensington Gardens - extensión, sin solución de continuidad, de Hyde Park - y el palacio del mismo nombre, al parecer lugar de peregrinación semimístico por su relación con Santa Lady Di.

Como el sol acompaña, los diez minutillos de caminata por los jardines hasta llegar al Albert Memorial son muy relajantes, pisando los extensos lawns que tanto gustan a los ingleses. Llegamos a una importante concentración cultural: el Royal Albert Hall, los Royal Colleges de Música y Arte, el Museo de Ciencia, el Museo de Historia Natural, el Victoria and Albert Museum. Todo ello en apenas quinientos metros y los museos con acceso libre. Qué envidia.

Royal Albert Hall Harrods

Brompton Road enlaza Kensington con Knightsbridge. Avenida muy comercial, está coronada por una de las cumbres del capitalismo mundial: Harrods. La delgada línea que separa el amor del odio no es menos delgada que la que marca la diferencia entre el presunto refinamiento exquisito y la horterada. Y, desde mi punto de vista, Harrods se sitúa muy peligrosamente entre ambos: entrar en el edificio y encontrarse con una Luxury Room que expone complementos de Cartier, Loewe o Givenchy enmarcados en un asombroso ambiente egipcio, dorados sarcófagos incluidos, cuando menos mueve a la duda. Pero precisamente por eso es imprescindible visitar Harrods. Por eso y por los food halls, estos sí, logradísimos en su decoración, en la exposición de la interminable variedad de alimentos de todo tipo y en la combinación de la simple venta con barras y microrestaurantes especializados en cada una de las temáticas de la tienda, desde el Oyster Bar hasta la degustación de cafés. Que quede claro, no obstante, que en materia de pescado fresco, la coruñesa Plaza de Lugo gana por goleada.

Y también son dignas de visitar en Knightsbridge las plazas residenciales del XIX, como Trevor Square o Cadogan Square, incluyendo las señoriales construcciones en vivo ladrillo rojo que rodean a esta última.


Puede parecer que no, porque esta jornada apenas toca los principales atractivos monumentales de Londres, pero se trata de un intenso recorrido que bien merece una retirada al hotel para recuperar fuerzas.

Hecho lo cual, para cenar, La Porchetta. Recomendados por dos blogastrónomos de pro, Moraiminha y Makeijan, acudimos a su local de Holborn, tras dar buena cuenta de otra pinta en un pub del cercano Covent Garden. Abarrotado el sótano del local por grandes mesas con evidentes síntomas de juerga y celebración, nos quedamos en la más tranquila planta baja. Unos antipasti a base de mozzarella rebozada - pero con un rebozado muy, muy suave - y una tosta alla putanesca son seguidos por sendas pizzas quatro stagioni y calzone, de masa fina y crujiente, y rematados por un tiramisú casero que ayuda a darle el último trago al vino blanco de la casa, servido en jarra. No es de extrañar que la prima italiana de Makeijan tenga este restaurante por uno de sus favoritos.

Para bajar las calorías, breve paseo para contemplar el animado ambiente del sábado noche en Covent Garden, Soho y Piccadilly, antes de tomar el metro para recuperar fuerzas de cara a la jornada del domingo: nos espera el mercado de Camden.

Comentarios

  1. Alédome de que vos servira a nosa recomendación. Igual o temos un pouco idealizado, pero eu que xa fora varias veces ó Reino Unido nunca estivera nun restaurante tan simpático. Coido que non víchedes as pizzas voadoras, senon seguramente o terías comentado.

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