Restaurante Coquus (A Coruña)

Parece, y es algo que me alegra, que se van consolidando en la ciudad opciones que podríamos asimilar a los bistrots: pequeños y tranquilos locales, con comida de producto y en cierto sentido de autor, hasta elegante según los casos, para cenar o comer con calma, sin prisa, olvidándote del frenesí de la calle. Ahí tenemos la Taberna del Pil-Pil, el Buena Sombra, la reciente Casa de Comestibles y el todavía más reciente Coquus.

Coquus es una palabra latina que significa cocinero (de ahí el cook inglés). Y un cocinero, en singular, se arregla para preparar las comandas de las apenas cinco mesas del luminoso local, ventanas altas con contras de madera, paredes blancas y un sillón corrido de skay (¿se escribe así?) rojo, que curiosamente se combinan para darle un ambiente atractivo.

Pasando ya al comer, la carta ofrece una decena de entrantes, un par de ensaladas y cinco opciones tanto de carne como de pescado. En general, propuestas clásicas que se presentan tal como son, sin prosopopeya alguna. Como las zamburiñas al horno que compartimos para empezar: ocho ejemplares preparados a la manera tradicional, muy bien conseguida la salsa, suave y con el tomate en protagonista.

Recomendados por Antonio, una de tierra y una de mar para los principales. Destaco con énfasis mis almejas con patatas, en realidad una caldeirada de almejas, si es que tal cosa existe. Sea o no canónico, el plato me pareció sobresaliente: imaginaos esas patatitas y esa salsita con el pimentón de la merluza o del abadejo, y sustituid el pescado por las almejas, la fina cebolla dorada sobre las conchas. La carne asada se comportó como era de esperar, un valor seguro: preparada a la manera de toda la vida, con una rica salsa de vegetales y trozos de aguja muy, muy tiernos.

Aún quedó sitio para los postres caseros. Una tarta de queso con arándanos convencional y una tarta tatín, más destacable, en la que la manzana ácida acaparaba todo el sabor, haciendo casi inapreciable la masa. Un par de cafés de pota dieron cierre a la comida.

La cosa nos salió por treinta euros por cabeza, si bien no tomamos vino (o, para ser exacto, lo tomamos por copas: dos de tinto y una de blanco, junto con un agua); estimo que con una botella la cuenta se iría algo por encima de los treinta y cinco per capita. Es, precisamente, la carta de vinos lo que más tiene que mejorar del restaurante: es breve, sin referencias especialmente sugerentes y muy concentrada en las dos grandes DOs, apenas presentes los vinos gallegos.

Como conclusión, una nueva alternativa para una velada tranquila, a base de preparaciones clásicas pero muy bien resueltas y a un precio razonable para lo que se estila. Para probar.

[Restaurante Coquus / Nuestra Señora del Rosario, 9 / 881.968464 / Ubicación]

Comentarios

  1. Bueno vemos que al menos le dan un uso al local del malogrado restaurante anterior. Habrá que darle una oportunidad aunque sea más de lo mismo. Lo que sí que no me gusta nada es el nombre y realmente es un punto más importante, cuando no conoces el sitio el nombre dice mucho y este no me gusta nada.

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  2. Creo que es el local del malogrado "Gustó", al que ni siquiera llegué a ir.

    Saludos,

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  3. Efectivamente: es el del Gustó, que yo tampoco probé.

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  4. El local me pareció agradable y al haber tan pocas mesas el ruido no es lo que mas domina en el ambiente, a pesar de su pequeño tamaño. Local bastante aprovechado, con una cocina que se puede ver tras una cristalera decorada con vinilos al ácido.

    De primero nos tomamos unas croquetas de jamón (8 piezas. Muy buenas, nada saladas. Nos gustaron a todos pero, a mí, me gustan ligeramente mas cremosas. El rebozado crujiente, pero justo, para no confundir ni distraer lo que hay en el interior. El jamón se hacía notar en pequeños tropezones.
    También tomamos las zamburiñas al horno (8 piezas). Estaban bien, sin más. Personalmente creo que no es el preparado idóneo para este marisco. En cualquier caso las prefiero a las “famosas” del Bebedeiro.

    Para los segundos tomamos bacalao al horno, solomillitos de cerdo ibérico con salsa roquefort y, para mí, calamar en tinta.
    Los platos son completos y su presentación correcta.

    El bacalao, servido con patatas fritas en lascas y una crema de tomate y piquillo, estaba bien tratado aunque ligeramente insípido, lo que desmerecía notablemente el plato.

    Los solomilltios, también servidos con patatas fritas en lascas y con una salsa muy suave de roquefort, fueron de lo mejor de la comida. La carne correcta y la salsa no disfrazaba el sabor del solomillo.

    El calamar en tinta lo acompañaron de arroz en blanco. El arroz bueno y el calamar tierno, pero sin sabor, completamente insípido. La salsa era lo que “salvaba” al plato.

    Para los postres (todos caseros) tomamos coulant de choco, tarta de queso y arandanos y tarta tatín.
    El coulant, servido con una salsa de mandarina amarga, estaba muy bueno.
    La tarta de queso estaba bien, cremosa y no excedía en azúcar, por lo que se podía apreciar el ligero amargo frutal de los arándanos.
    El tatín , la decepción. En una buena tarta tatín los gajos de manzana se ven enteros y caramelizados lentamente. Esta parecía mas una compota que una tatín.
    Para beber tomamos agua y dos copas de Ribera del Duero.
    Pagamos algo menos de 90 euros (30 por cabeza). El local lleva abierto 3 o 4 meses, habrá que dejarlo coger su sitio, pero de momento, por este precio, hay otras alternativas más reseñables en la ciudad.
    En cuanto al personal de sala, sólo había un camarero y el gerente del local atendiendo las mesas, suficiente para las dimensiones del mismo. Trato correcto y cercano, y siempre pendientes sin hacerse pesados ni protagonistas.

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