Dos días (y tres noches) en Lisboa

Recién llegadito estoy de un fin de semana largo en Lisboa. Desde el viernes bien entrada la tarde hasta el domingo por la noche, con un envidiable sol y veintitantos graditos de la mañana al atardecer.

Fue un fin de semana bien aprovechado, intenso pero no estresante. Nos pegamos nuestras buenas pateadas por los bairros lisboetas, con la ayuda del tranvía 28: la Baixa, el Chiado, GraÇa, Alcántara, el Bairro Alto y, por supuesto, Alfama. Alfama es otro mundo, el espíritu de la ciudad en estado puro. Alfama es a Lisboa lo mismo que Santa Cruz a Sevilla o que el Albaicín a Granada.

También sobrevolamos los rojos tejados lisboetas desde los numerosos miradouros que coronan las colinas de la ciudad. Desde el Castelo de Sao Jorge, desde GraÇa, desde Nossa Senhora do Monte, desde Sao Pedro de Alcántara, desde Santa Catarina, desde Santa Luzía, desde lo alto del parque de Eduardo VII. Placer para la vista.

Hubo tiempo para el estómago, por supuesto. Una grandísima experiencia gastronómica en el Tavares de José Avillez. La interesante interpretación de la cocina portuguesa del 100 Maneiras, el rincón lisboeta del serbio Ljubomir Stanisic. Y, además, los locales populares: el bacalhau del Pitéu en GraÇa o el arroz de pulpo del Retiro do Chefe Costa, en Alcántara (gracias, Pedro, por las indicaciones). E, incluso, unas sardinhas á grelha en las fiestas de Alfama.

Quedó un respiro, todavía, para tomar unos tragos tranquilamente desde terrazas con impresionantes panorámicas, como la de Portas do Sol sobre el Tajo o la del Chapitô, que sobrevuela el centro de la ciudad al pie del castillo.

Y, por si fuera poco, de regreso a casa el menú degustación del Eirado da Leña, en Pontevedra.

Lo iremos contando en los próximos días. Stay tuned.

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