El disfrute de Muros, si uno no viene por la costa - al norte, Carnota y Fisterra; al sur, Noia -, comienza ya en el camino, con las panorámicas desde lo alto de la Serra de Outes y el vertical descenso hasta la villa, encajonada allí abajo.
Dice la web del Concello de Muros que "es una villa señorial que hechiza a todo aquel que la visita, pues su hermoso y cuidado casco histórico y el pintoresquismo de sus parroquias embargan al paseante, tanto por su estructura como por las interesantes construcciones artísticas y populares que adornan sus calles y plazas de una forma plenamente armónica". Hombre, yo no sé si es para tanto, pero el conjunto de soportales y galerías observando de cerca el mar resulta agradable, invita al sosiego. No en vano, su casco antiguo es Conjunto Histórico-Artístico desde hace casi cuarenta años.

Quizás esa misma lejanía - no goza de la fama agreste de la Costa da Morte; está demasiado al norte para formar parte de la vorágine de las Rías Baixas - es la que provoca que la oferta gastronómica deba mejorar. Por indicación de un amable poli municipal, fuimos a parar a Don Bodegón, a unos metros del puerto. La masiva concurrencia, tanto para los vinos - era la hora - como para la comida, nos hizo ser optimistas: parecía el lugar de referencia, más allá de las múltiples tabernas de raciones del otro lado del ayuntamiento.
Muy bien las navajas a la plancha; curiosas las almejas a la marinera sui generis, con una salsa a base de tomate tirando a dulzona, combinación que no me acaba de convencer. De los principales, notable el rape a la plancha; nefasto el sargo, ya no de piscifactoría sino de piscina (como mucho; la verdad es que el precio del plato - 7,50 € - ya decía "no lo pidas", pero no me hice caso a mí mismo). En total, con tartas caseras, vino y café, unos 30 € por cabeza: no es que saliera disgustado, ni mucho menos, pero hay un amplio recorrido para la mejora.
Y qué mejor, para reposar tranquilo y refrescar el espíritu - refrescar mucho, además; aguas heladas de la ría casi siempre allí -, que la playa de San Francisco, al cobijo del monte Louro (espacio natural protegido, junto con la laguna de Xalfas; ver en Tagzania). Apenas a tres kilómetros de Muros; debe de ser cosa de la zona: también en este caso el llegar anticipa el disfrute, ahora con la ría que llena la vista durante el tramo de serpenteante carretera al borde del mar. Que hagan las fotos el trabajo, que esto ya queda muy largo.
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