Hacía ya algunos meses que no me pasaba por el Javier Montero, tanto tiempo que todavía no conocía la nueva decoración, con un aire setentero bastante resultón.
El nivel de la comida no ha variado. Tras el aperitivo de la casa - un chupito de crema de verduras -, abrió la cena una soberbia terrina de foie con queso del país y manzana, más que suficiente para ser compartida entre dos. La carta de principales es corta - apenas cuatro carnes y cuatro pescados - pero se complementa con la oferta del día proveniente del mercado: en ella nos basamos para pedir rodaballo salvaje al horno, por un lado, y mero con langostinos y puré de patatas por otro, ambos notables y en generosas raciones. No quedaba mucho hueco, pero nos atrevimos con sendos postres que mantuvieron el nivel: helado de queso fresco con frutos del bosque y tarta de chocolate con helado de arroz con leche.
Muy buena cena por unos 30 euros por cabeza, incluyendo vino y cafés. En lo negativo: la concurrencia entre semana, al menos por las noches, sigue siendo mínima; y la carta de vinos merece algún esfuerzo adicional (aunque sea anecdótico, ilustrativo de lo anterior es la denominación de origen "Rías Altas" que encabeza los blancos gallegos).
Cambiando de local, tan entusiasmado quedé de mi visita de hace unas semanas al Alborada que no le quedó más remedio a un grupo de amigos que completar con nosotros una mesa de seis para cenar allí este sábado. Y, salvo mejor opinión por su parte que espero quede reflejada en los comentarios, yo volví a salir con una impresión fantástica.
En esta ocasión, tras el aperitivo de la casa, abrimos con los fritos de cigala en mayonesa de soja, realmente deliciosos. A su lado, el pulpo a la parrilla pasó más desapercibido. En la elección de los segundos, mayoría de huevos rotos con cigalas, sin duda influida por mi experiencia anterior: creo que nadie salió decepcionado. En mi caso, esta vez opté por un solomillo de buey a la brasa con mostaza antigua, rojito y muy tierno. Seis postres diferentes pedimos: mis canutillos de mousse de plátano con chocolate, excelentes. Con un par de botellas de Attis 2005 y cafés, 43 € per cápita.
Como tampoco se trata de loar sin límite, busquemos algún apunte de crítica constructiva: con el local abarrotado, a la altura de los postres el servicio se ralentizó un tanto. Una gota en el océano, no obstante. Sigo recomendando encarecidamente la visita.
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