La Paella de Roberto estaba, hasta hace no mucho, situada en un bungalow de madera a unos kilómetros de A Coruña, en Montrove. Pero ahora, con una ubicación envidiable [San Andrés, 111 / 881.923755 / Ubicación], seguro que ganará adeptos. En una antigua tienda de ropa, si no recuerdo mal, presenta una decoración moderna con toques retro; rojos y azules intensos, equilibrados con el contrapunto blanco de manteles y algún paño; y un impagable, aunque algo incómodo, sofá rojo corrido, al que sólo le falta ser de sky.
Como dice Melvin, a La Paella de Roberto hay que ir a tomar arroz. Y, en mi opinión, no arroces caldosos - que los hay: de marisco, de carabineros, de lubrigante -, sino los mucho menos frecuentes en la zona arroces en paella. Y como el arroz se hace, faltaría más, en el momento, la buena media hora que tarda hay que entretenerla con algo. En nuestro caso, una tempura de verduras, que a mí no me pareció nada despreciable.
Pero bueno, centrémonos en el arroz. Sabiamente aconsejados en función de cómo nos sentíamos esa noche - arroz en paella, sabor intenso - la opción fue un arroz a banda al estilo de Jesús Melero. En paella para tres llegó a la mesa: con su sepia, sus calamares y sus langostinos; con ese ajo que parece ausente pero imprime su carácter; con el arroz en su punto, algo durito y bien suelto. Muy buena.
No nos quedaba demasiado espacio, pero nos sedujeron con los postres. Un sorbete de limón, una tarta de queso y, para mí, un castillo de queso. Que venía siendo, servido en copa de cóctel, un fondo de pan rallado y tostado, una crema de membrillo y, coronando, una espuma de queso del país; interesante, pero irregular.
Mención aparte merece el vino. Haciendo de nuevo caso a los lectores del blog, nos pedimos un Verdes Matas (mencía, DO Ribeira Sacra) que recomendaban bextys y José Luis. Me pareció buenísimo, extraordinario. Es cierto que la comida era de sabores muy intensos (la salsa de soja y el wasabi; el ajo del arroz), pero el vino mostraba una suavidad sobresaliente para un mencía.
Éramos tres, y a todo lo indicado le añadimos unas cañas previas, unas copas de Emilín de Lustau para acompañar los postres, pan y café. Salimos a cuarenta euros per cápita. Puede parecer caro (un entrante para tres y un arroz), si bien debo decir que el postre, la caña y el vino dulce sumaban unos doce euros; la ración de arroz estaba en 18,50 €.
En definitiva, que no sé si serán las mejores paellas que se pueden comer en A Coruña; pero si no lo son, les falta bien poco.
[Otro punto de vista en Catalia]
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