La planta baja de El Salero es zona de vinos y cañas, de tapas y raciones, de animado parloteo en una concurrencia más nutrida a medida que avanza la noche. En lo alto de las angostas escaleras esperan unas cuantas mesas con vistas al exterior o sobre la zona de tapeo, según coincida la ubicación. Madera, manteles blancos y decoración sencilla, como el tono general del local.
Entre el apartado de entrantes y las sugerencias de la carta, una decena de opciones para abrir boca, de las que escogemos los canelones rellenos de foie y setas con salsa de boletus. Esta es muy suave, igual que el relleno de foie, lo que lleva a las setas (también boletus, diría) a predominar, quizás en exceso. En cualquier caso, un buen plato para arrancar, que en mí produce el efecto de traerme a la cabeza los preparados más clásicos del Bebedeiro, el cual hace demasiado tiempo que no visito, lo que tendría que ir corrigiendo.
Las carnes parecen las alternativas más atractivas para los principales. Hasta tres recetas de solomillo se ofrecen, de las que me quedo con el roast beef de solomillo de buey con virutas de parmesano y albahaca. Finos trozos de la carne, tierna y muy bien de punto, aderezada como si de un carpaccio se tratara: las lascas de parmesano y la albahaca en aceite. Notable.
La Sra. Foucellas prefiere unas verduras y pide una de las sugerencias de la carta: milhojas de verduras con parmesano y puré de olivas negras, que a la postre resulta el mejor de los salados. Calabacín, berenjena y tomate entre otros vegetales, al horno bien asaditos y bien acompañados por el puré de aceitunas. Sabor tradicional y, no sé si es fijación mía, de nuevo el Bebedeiro cuando lo pruebo.
Los postres fueron realmente estupendos. Los rollitos de manzana y uvas pasas al Calvados con helado de vainilla eran excelentes, crujiente y dulce fantásticamente combinados. Muy bueno también el cremoso de chocolate blanco con fresones confitados y reducción de balsámico. Me gustaría ver con mucha más frecuencia la incorporación de las reducciones de vinagre en los postres, de un gran resultado (me la descubrió Daniel Gerbaud en su Punta Couso y desde entonces la adoro).
Dos copas de vino, una caña y dos cafés completaron nuestro menú, por el cual no llegamos a pagar cincuenta euros: algo menos de veinticinco por cabeza, que se habrían ido a los treinta en caso de haber pedido una botella de vino.
En síntesis, cocina meritoria y una muy buena relación calidad-precio. Por la configuración del local, perfecto para un grupo pequeño: unos vinitos previos en la planta baja y luego subir a disrfutar de una buena cena a un precio muy razonable.
[El Salero / Don Bosco, 8 - 981.210981 / Ubicación]
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