La deliciosa decrepitud de Oporto

Da igual por qué estrecha calleja optes para descender desde la Catedral hasta la Ribeira, desde los Clérigos hasta San Francisco, desde el mercado del Bolhao hasta la Estación de Sao Bento: los mosaicos descoloridos, las paredes desconchadas, la hiedra invasora, las pintadas y los carteles… el tiempo desgasta inexorablemente Oporto. Pero, al igual que ocurre con La Habana, en esa decrepitud deliciosa reside una gran parte del encanto de la ciudad.

Oporto, como Lisboa, es una ciudad para vagar sin rumbo, para perderse por cualquiera de sus empinadas calles. Arrancando en lo alto de la colina, múltiples pasajes y callejuelas descienden hasta el río: desde el Terreiro da Sé, las escadas de Barredo te transportan a un entorno casi rural en pleno centro de la ciudad; a escasos metros, la Rúa Escura da paso a la Bainharia y luego a Mercaderes, estrechos ejemplos de la encantadora decadencia portuense; más arriba, partiendo de la Praza da Batalha, la sórdida rúa Chá evoca tiempos de “negócios de saias”, ahora apenas resquicios; desde los Clérigos, tras bajar por Sao Bento da Vitória, retorcidas escaleras forman un desvencijado paréntesis antes de volver a la monumentalidad del Palácio das Artes (sede del restaurante DOP) y de la Bolsa. Y así podríamos seguir por los alrededores del Mercado do Bolhao – que ha vivido mucho mejores tiempos – o incluso del otro lado del puente de Luis I y las viejas murallas, bajando por la Rúa do Miradouro.

A la decrepitud y el vagar se contraponen, simplemente con cruzar hasta la otra orilla del río, la majestuosidad y el contemplar. Ubicados en Vilanova de Gaia, al pie de las bodegas o en lo alto de la colina, la grandeza del skyline portuense luce espléndida: desde el colorido de las casas de la Ribeira hasta la aguda torre de los Clérigos, desde la mole del palacio episcopal hasta la ligereza de hierro del puente de Luis I. A pie de río, junto a los ravelos, se gana el sabor del bullicio turístico y de la estampa de antaño; en lo alto del puente, en el Jardim do Morro, la vista adquiere perspectiva, abriéndose ante nuestros ojos el último tramo del gran río, casi hasta su desembocadura en el Atlántico.

En fin, de nuevo, que las imágenes se expliquen mejor que mis palabras. (Más fotos a vuestra disposición en el álbum Porto 2011).

Comentarios

  1. Foucellas, ya he visto varios posts tuyos de Portugal y me encantan. Yo también voy a menudo y también estoy enamorada de el aire decrepito de sus lugares. Por cierto, ya me voy acostumbrando a tu nuevo look y ya no me digusta tanto. Un abrazo.

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  2. Excelentes fotos. Enhorabuena.

    Y hablando de decrepitud, a mi me parece excesiva. La última vez que estuve hace un par de años, o 3, un sábado por la noche a eso de las 20:30, bajando desde la estación a la ribera parecía que estábamos en una de esas películas del apocalipsis postnuclear: no había absolutamente nadie por la calle, algo increíble en una ciudad tan grande, un sábado tarde y en pleno centro.
    Si a eso le sumas lo ajadas que estaban la mayor parte de las fachadas, casi daba miedo.

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  3. Me alegro, Loly ;-)

    Gracias, Toni. Coincido contigo. Me pasó algo parecido en Mousinho da Silveira, en el tramo que lleva a Sao Bento. Calle ancha, en pleno centro, a media tarde de un día laborable pero... no tanto como el apocalipsis, pero sí poca, muy poca actividad.

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  4. Siempre sigo tus consejos tus gastro-huellas, pero hoy, como conocedor do pais irmao, te daré yo uno para Porto, los 2 primeros en zona Aliados: el Costume Bistro (cocina de elementos tradicionales renovada, buena carta de vinos pt.; casa antigua en la calle de tascas de Porto; relación calidad precio insuperable) y el clásico Guaraní (o el viejo Café dos músicos), siempre por la noche para ver la música en vivo, muy cosmopolita, está junto al Ayuntamiento. El Palacio de La Bolsa tiene un restaurante interesante y, en la desconocida calle de las Galerías de arte de Porto (Rua Miguel Bombarda), el "Bugo art burguers" una hamburguesería poblada de gente chic, con hamburguesas distintas y especiales; bugo.com.pt ). En esa rúa hay un c.c. alternativo con los jóvenes diseñadores de la Ciudad y el Restaurante Artemisia anda por allí. Todos ellos se desmarcan de los "habituales" y "decrépitos". Ah, olvidaba el Clube 3C. En Guimarães podrás encontrar, a la vuelta, el mejor sushi de Portugal: Mikisushi

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