Naoki (Vitacura): donde se juntan la técnica japonesa y el producto chileno

Lo conocí casi recién abierto. Era una noche en la que cenaba solo, tras un día durísimo en el trabajo. Pese a que no llevaba el mejor ánimo, me encantó. Ese mismo fin de semana repetía con la familia (este post es de aquellos días) y tuve mi primera charla con Marcos. Desde entonces, es nuestro restaurante de cabecera. No hay mes en que no nos dejemos caer un par de veces por Naoki, generalmente los sábados, y si puedo le añado alguna cena de trabajo.

No hay mejor cosa que un restaurante suficientemente pequeño - algo, por desgracia, muy poco común en Santiago - como para que te conozcan. Para que conozcan tus gustos, en realidad. Y más si se trata de un restaurante japonés, en el que la variedad de técnicas es virtualmente infinita. Así, cada visita a Naoki es un equilibrio entre los clásicos que pedimos siempre y lo que va enviando Marcos desde la barra en función del material que tenga ese día, descubriéndonos sabores y preparaciones. La última, la de ayer, la dejamos completamente en sus manos: un omakasé en toda regla.

Así, en estos meses, nuestro estómago y nuestra vista han ido deleitándose y ampliando horizontes: impecable técnica japonesa y excelente producto chileno. Las gyozas de papaya y cochayuyo, sabores del norte; los shots de piure y erizo, puro mar; el Z roll, una oda al atún, o el roll de erizos; los usuzukuri, especialmente aquel de ostiones de Magallanes, pura tersura en la boca; ese nigiri de unagi y foie; el maki roppongi, con locos apanados al centro; o, cuando las hay, las mejillas de salmón o de corvina a la parrilla, o bien esas preparaciones que exaltan pescados modestos como la caballa o el jurel.

En fin, comer de maravilla, sorprenderse cada día un poquito y sentirse como en casa. ¿Qué más se le puede pedir a un restaurante?

[Naoki / Av. Vitacura, 3875 / Ubicación]

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