Tenía desde hace tiempo una deuda con el Agar Agar. Han sido no pocas las visitas en los últimos tiempos pero en el blog sólo se había reflejado en una nota compartida. La de anoche fue la primera cena tras la reforma; ahora, aproximadamente un tercio del restaurante es un ambiente aparte, vinoteca de paredes oscuras y mesas altas con raciones que se salen de lo habitual. Al fondo, junto a la gran cristalera sobre la ría, las mesas redondas para grupos; a su derecha, las destinadas a parejas.
Pese a lo sugerente de algunas propuestas de la carta - la descripción del maitre del plato de abadejo fue antológica - optamos por el menú degustación, compuesto por aperitivo, entrante, carne, pescado y postre y al que desde la cocina se le añadieron un par de extras. Veamos.
Arrancamos con un surtido de aperitivos. Berberechos al natural, salmón marinado con salsa teriyaki y tomate deshidratado, caldo de cebollino con chorizo del país y el más notable de ellos: caballa marinada rematada en la plancha, suave el pescado azul con el contrapunto de unas zanahorias maceradas en cítricos.
El primer entrante son unas zamburiñas con un suculento alioli de miel, arena de nuez de macadamia, virutas de jamón y ensalada de algas. Suavidad y equilibrio para empezar.
Viene después el plato más destacado para mí de la noche. Cuando probé el contundente ajillo con la punta del tenedor, pensé que con esa potencia y las lascas de San Simón, que tampoco se quedan atrás en intensidad, las pobres navajas iban a desaparecer. Pero, para mi sorpresa, aguantaron como campeonas, configurando una propuesta realmente interesante por el complicado equilibrio entre tanta potencia. Quizás se terminaría de redondear matizando muy ligeramente el poderoso ajillo.
De lo intenso a la neutro, llega a la mesa un arroz con wakame, láminas de bacalao y morcilla, que incorpora el punto otoñal a la velada. Luego, un sanmartiño en su punto con un muy estimable acompañamiento de verduras: tomate, berenjena confitada, ajete y, sobre todo, un fantástico jugo de pimiento.
Terminamos los salados con una carrillera confitada que llega, como suele ser habitual, cuando al estómago le queda poco recorrido. La base neutra: salsa de soja, puré de patata y calabacín; y su contraste cítrico: una mermelada de orejones y castaña confitada - de nuevo otoño - que equilibran el conjunto.
El postre es, como el aperitivo, coral. Sorbete de mandarina para limpiar el paladar, bizcocho de girasol y cacao, bizcocho de fruta de la pasión, espuma de mango, arenas de pistacho y nuez, rematados con frutos rojos y menta. Frescura y acidez necesarias tras los salados.
El postre lo acompañamos, por recomendación del maitre, con un curioso S'Naranja, generoso de Pedro Ximénez y Palomino (DO Condado de Huelva), envejecido en roble con piel de naranja. Previamente, con los salados nos tomamos una botella de Tagonius crianza. La carta de vinos, con precios muy ajustados y en proceso de renovación, necesita reforzar el apartado de tintos gallegos.
El precio del menú degustación del Agar Agar es de ¡¡30 euros!! en línea con la contención de la carta, en la que ninguna propuesta llega a los veinte euros. En total, con el vino, el agua y los cafés - la casa nos invitó al vino dulce - pagamos 41 euros por cabeza, valor moderadísimo.
En fin, el Agar Agar no está hoy en el top de los restaurantes gallegos, pero la cocina de Chechu es suficientemente interesante como para recomendarla sin duda. Si le unimos lo ajustado de los precios, Agar Agar puede ser un excelente lugar para aquellos que quieren iniciarse en la cocina de autor sin dejarse la cartera en el intento.
Finalmente, destaco también la iniciativa del restaurante de no quedarse en un servicio tradicional. Los martes se organizan catas en la zona de vinoteca; y el último de cada mes, un menú maridado - cena de armonías - de la mano de Luis Paadín por cincuenta euros. Bienvenidas sean estas actividades.
[Agar Agar / Amparo López Jaén, 24 A Corveira - Culleredo / 981.653536 / Ubicación]
[La foto de la sala está tomada de la web del restaurante]
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