#ACunqueiro: recorriendo el país con una cunca en la mano

"Aos galegos gústannos os nosos viños. Quizabes porque teñen máis ganas de falar ca nós, ou porque teñen un sabor fuxitivo, e buscándollelo, rememoramos tempos, lugares, xentes, amores, despedidas..." Todo eso y mucho más rememoramos los casi veinte enamorados del vino gallego que nos juntamos en el aula de cata de Servino el pasado 22 de diciembre, centenario del nacimiento de Alvaro Cunqueiro.

Oficiada por el maestro Luis Paadín, la cata resultó espectacular. No sé en cuántas ocasiones se habrán podido ver juntos vinos de la talla de los que pudimos disfrutar el jueves, no pocos de ellos con escasísimas producciones y muy difíciles de encontrar si no es con la complicidad de la bodega. Así que vaya por delante el agradecimiento a Algueira, a Guímaro, a Raúl Pérez y al resto de bodegas cuyos caldos nos deleitaron durante más de dos horas.

A la llegada a Servino nos recibía Brinde, un espumoso de Valdeorras a base de godello que nos sirvió para ir entrando en calor mientras todos los invitados terminaban de hacer acto de presencia. Ya sentados, arrancamos por los blancos, de más antiguo a más joven. Poco puedo decir, en realidad. Me vi superado desde el principio por la exquisita elegancia del Viña de Martín Escolma 2004; por el carácter expresivo del albariño III año de Fefiñanes; por la precisa redondez de los godellos, Pedrouzos 2008 de Valdeorras y Algueira Escalada 2009 de la Ribeira Sacra; y por el radical atlantismo de Sketch 2009 de Raúl Pérez. Nos retamos a elegir: fuimos incapaces.

El listón estaba alto, altísimo a la llegada de los tintos. Pero yo diría que casi hasta salieron victoriosos. Arrancamos con un viño de encostas, cuya complejidad se fue abriendo, magnífica, a medida que pasaba el tiempo: VX Cuveé Primo 2005 ("En Gomariz eu deletreaba todas as cepas vellas do país", decía Cunqueiro). Luego A Costiña de 2007, de Alan de Val, nos trajo el carácter indiscutible de la brancellao de Valdeorras. Me costó asumir que la representación de Monterrei no vendría de la mano de José Luis Mateo. Pero cuando olí el Lobarzán Isaura 2009 comprendí por qué: mencía, araúxa y bastardo configuran un vino superlativo en todos sus aspectos. Poco queda por decir del espléndido Guímaro B2M, tesoro de la Ribeira Sacra. Al igual que el Algueira Fincas: el propio Fernando Algueira insistió en que éste fuera el representante de su bodega, cuando todos pensábamos en el Merenzao o en el Albarello. Imaginaos cómo estaría este Fincas 2009: soberbio.

En fin, no me cabe ninguna duda de que difícilmente se puede rendir mejor homenaje a quien podía darlle unha volta ao país coa taza cunca do seu apelido na man.

No puedo terminar sin agradecer a la casi veintena de benditos locos sus ganas de dejarse sorprender ante cada botella; a Bernardo, de Enofílicos, la ilusión que puso cuando le hice partícipe de la idea, ilusión sólo superada por la de Luis Paadín, verdadero artífice de la noche, antes y durante; y, por supuesto, a Miguel, Manolo y Sole, padres de la idea cuyo primer acto se celebró a finales de noviembre en Compostela.

Seguro que han de venir muchas más como ésta.

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