Mirador de San Pedro (A Coruña), o el peso del escenario

Con algo de retraso pero he podido cumplir la promesa de visitar el restaurante Mirador de San Pedro [Parque de San Pedro / 981.100823 / Ver en Tagzania], en la cima del monte sobradamente referenciado en este blog (antes y después del ascensor). Pero, en fin, ayer llegó el día, y debo confesar que me acercaba a la comida ansioso por conocer si el restaurante me iba a aportar algo más que una maravillosa vista.

Bien, debo anticipar que la comida era de trabajo - y tenía su cierta enjundia -, así que no pude prestarle al entorno la debida atención (no puedo imaginar cómo habría quedado mi reputación profesional si me dedico a sacarle fotos a todos los platos). En realidad, al ser un día de semana, la práctica totalidad de las mesas respondían a este escenario (al de la comida de trabajo, no al del blogastrónomo fotógrafo).

Advertido lo cual, vamos al grano. Y tan al grano que paso directo a la conclusión. Quizás parta de un a priori injusto, pero la sensación que me queda es que el magnífico teatro es un lastre demasiado pesado para el restaurante, un factor que ensombrece todo lo demás. Y que conste que encontré todo correctísimo: la decoración, el servicio, la carta, las raciones, la preparación y presentación de los platos. No hay motivo alguno para quejarse pero, cómo lo diría, no me enamoró, no me emocionó, menos me sorprendió. O, en otras palabras, volveré cuando tenga otra comida de trabajo, sobre todo si es con alguien de fuera de la ciudad, pero no iré a celebrar nada con mi pareja o con los amigos más íntimos. No sé si me explico.

Más allá de la filosofía, los seis comensales empezamos por un par de entrantes al centro: pulpo a la brasa con espuma de jamón (espuma y jamón, diría yo) y chipirones gratinados; ambos bastante previsibles.

El mío fue el único principal de carne: un estupendo solomillo de ternera, poquito hecho, con foie y salsa de coñac. El resto se decantaron por los pescados, al parecer con resultados satisfactorios: dos sanmartiños, unos medallones de bonito, lubina y merluza, esta última en una vistosa presentación con fuerte protagonismo del jamón. Para beber, un par de botellas de Semele crianza, Ribera del Duero de muy buena relación calidad-precio, en mi humilde opinión. Postres para todos - el mío, torrija de pasas, simplemente aceptable - y café de pota. Algo menos de 45 € por cabeza.

Lo dicho.

Comentarios

  1. Bueno, yo soy de A Coruña y tenía curiosidad por conocerlo. Las vistas están muy bien, pero aquí estamos acostumbradas a verlas desde cualquier rincón (incluso desde la ventana de mi casa).
    La comida si digo la verdad me decepcionó. Me parece muy poca cantidad y los platos demasiado de diseño. La atención buena, no tuve queja. El precio un poco excesivo (pienso que incluyen las vistas). Tal vez volvería con alguien que venga de fuera, pero aún así, pienso que me quedo con los mejillones de Lorbé (buenas vistas, buena comida y bastante más económico).

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  2. María: tampoco creo que la comida esté mal; en mi opinión es correcta, pero bastante lejos de deslumbrar.

    Eso sí, ante unos buenos mejillones de Lorbé (también meten sus clavaditas en Lorbé, ¿eh?) no tiene nada que hacer.

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  3. Para tomar mejillones ricos y a buen precio, en el propio puerto de Lorbé, tomando la última curva y a apenas 20 metros del mismo puerto hay una especie de bar, restaurante, donde tienen los mejillones más frescos de la comarca. Es abundante, fresco y barato. Al vapor y con unas cañitas en una mañana de verano es un placer. Lo peor, el entorno, el sitio da miedo, parece que en cualquier momento te van a meter una puñalada y a enterrar en el jardín, está todo lleno de basura y de gatos a cientos.

    Fdo. Pejota

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