Las calles de Lucca

Parecería que las murallas que rodean Lucca son impenetrables al bullicio de la modernidad. El ruido del tráfico, el estrépito de la prisa se quedan extramuros. En el casco medieval todo es símbolo de tranquilidad: las callejuelas que no ven el sol, las bicicletas que reinan, los microbuses eléctricos que avanzan silenciosos por las pocas vías en las que pueden hacerlo, la semidesierta plaza de la catedral en la mañana de febrero. También la sexagenaria alemana - fugitiva de Hamburgo por la campiña toscana - que en un correcto itañol hablaba de Boccherini y Puccini, hijos pródigos de Lucca, con el entusiasmo con el que lo haría de sus propios nietos.

Con calma, entre locales y turistas, transcurre el paseo por la Lucca histórica: la Piazza San Michele, con la extraordinaria iglesia del mismo nombre; la vecina Piazza Napoleón, en recuerdo - no sé si en honor - de quien la conquistara en 1805; la catedral de San Martino; la Torre Guinigi, que ofrece una vista de pájaro de la ciudad a la sombra de las encinas que la coronan; la comercial vía Filungo; el jardín del Palazzo Pfanner.

Y, por supuesto, la plaza del anfiteatro, verdadera joya de la ciudad. Elípitica, edificada sobre lo que algún día fue el anfiteatro de Lucca, su personalidad la marcan las casas de trazado irregular, las fachadas de pálido amarillo, las contras de verde intenso, la ropa colgada en sus ventanas.

Cuando, tras la visita, cruzas alguna de las puertas de la muralla hacia el exterior, un estruendo te devuelve al siglo XXI.

Comentarios

  1. lucca:semplicemente meravigliosa anche se decadente, ma é quel che mi piace di piú...

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